Amy se había pasado toda la noche en vela, pensando cómo decírselo a Skygge.
Amanecía lentamente. Amy se levantó, se estiró y bajó a desayunar. Se preparó unos cereales con leche y un zumo de naranja.
Se vistió con una blusa de manga corta violeta y un pantalón corto.
Llamó a Skygge.
-Hola, Skygge.
-Hola, Amy.-Dijo algo dormido.
-¿Te he despertado?
-No...
-Ah, vale. ¿Puedes pasarte por mi casa?
-¿Ahora?
-Si te viene bien...
-Me visto y vengo.
-Vale, nos vemos.
Amy colgó el teléfono. Hizo algunas tareas en la casa.
En 10 minutos llegó Skygge. Amy le abrió la puerta.
-Hola.
-Buenos días...
Amy vio la cara de dormido que tenía Skygge. No pudo evitar reír un poco. A él no le molestó. Le hizo pasar y se sentaron en el sofá de Amy.
-¿Querías algo?
-Algo así...
-Dime.
-¿Recuerdas cuando te dije que te quería?
-Sí.
-Pues... he tomado una decisión.
-¿Cuál?-Preguntó algo asustado.
-Quiero estar contig...
Skygge no la dejó terminar y la besó. Amy se sentía feliz, había tomado la decisión correcta.
-¿Estamos saliendo?
-Si quieres...
-¿Cómo no voy a querer?-Dijo volviéndola a besar.
Amy se convirtió en el mundo de Skygge. Para sí mismo juró que la haría feliz y no la haría sufrir nunca.
-Yo me tengo que ir ya.
-Quédate conmigo un rato más.-Dijo Amy poniendo una cara tierna.
-Bueno, vale...
Vieron la televisión juntos. Skygge y Amy estaban abrazados.
Amy sentía que podía olvidar a John.
Continuará
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