Amy había amanecido con un ligero dolor de cabeza. Era un sábado. El día estaba nublado y hacía una brisa fresquita bastante agradable.
Tenía lágrimas en los ojos. No era por que había estado cerca de morir, si no porque extrañaba a John.
Se sentó junto a un rincón a llorar.
Esa sensación que te quita las ganas de vivir. Y lo único que podía hacer era llorar y llorar hasta secar sus lágrimas.Esa sensación denominada tristeza.
Cuando todo el mundo se tiñe de gris y te impide ver los vivos colores de las alegrías de la vida.
Si Claire la veía en ese estado, probablemente la regañaría. Pero, ella no lo entendería.
Claire, aunque lo negase solo estaba con los hombres que le atraían físicamente. Jamás había sentido lo qué era el amor de verdad.
Amy sentía amor hacia John. Sabía que no iba a superarlo fácilmente.
Solo le apetecía llorar y llorar como si no hubiese un mañana.
[...]
El agente Skygge, dormía plácidamente, hasta que su compañero de piso Iluna le había gritado al oído que se despertase. El agente Skygge pegó un respingo.
-¡¿Pero tú estas loco?!-Gritaba enfurecido.
-Dormías tan tranquilo que tenía que hacer algo.-Bromeó el agente Iluna.
El agente Skygge se dirigió al cuarto de baño y contempló su reflejo. Era un joven guapo, alto, de cabellos cortos y castaños oscuros. Tenía los músculos desarrollados. Y dos preciosos ojos grises.
En cambio, su compañero Iluna, era de estatura media, cabellos pelirrojos y cortos. También era musculoso y sus ojos, eran negros como el azabache.
Los dos pertenecían a una agencia de criminales, siempre les encargaban matar a personas de la zona. No podían tener trato con los policías ni agentes del estado.
Era un trabajo peligroso, pero se ganaba bastante dinero. Una vez que entrabas ahí, ya no puedes salir nunca.
Los que salen, pierden la vida por si traicionan a los superiores.
El agente Skygge, es un hombre misterioso y frío. Era muy borde con todo el mundo excepto con su jefe.
La vida le había arrebatado a la persona que más quería. Su madre, ella era como una santa para él. Le había dedicado los mejores años de su vida pero, un día le descubrieron una extraña enfermedad. Skygge la cuidaba siempre como un tesoro preciado. Hasta que llegó el día de la operación pero, se complicaron algunas cosas. Falleció en la operación.
Skygge tomó la senda de un camino, un camino llamado depresión.
Y... su padre. Nadie sabía nada de él. Había huido como un cobarde cuando su pareja dio a luz a Skygge.
Hoy se cumplían cinco años de la muerte de su madre.
Iluna trataba de animarle pero, era completamente imposible animar a alguien que recuerda a un ser querido.
Continuará
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